lunes, 27 de febrero de 2017

Julie Byrne - Not Even Happiness (2017)


Aunque llevaba ya algunos años haciendo música, es recién a partir del 2014 con la aparición de Rooms With Walls and Windows -álbum que compilaba 2 casettes que grabó de forma casi artesanal y que fueron editados en tirajes limitados- que la cantautora estadounidense Julie Byrne (Buffalo, 1990) empieza a concitar la atención de algunos medios con su folk intimista y despojado (influenciado por un espíritu inquieto y trashumante que la sacó pronto de su ciudad natal y la llevó a vivir en lugares tan distintos de USA como Seattle, Pittsburgh, Chicago, New Orleans y finalmente New York), lo cual le trajo comparaciones iniciales con notables del género como Joni Mitchell y Vashti Bunyan. Al igual que las de Bunyan, las canciones de Byrne poseen un aura calma y pastoral, con letras que -además de los tópicos personales clásicos en la música de autor- en varios casos discurren sobre el contacto con la naturaleza y están llenas de contemplativas imágenes; no sorprende el leer que la artista estudió ciencias ambientales y se dedicó algún tiempo durante el año pasado a ser guardabosques del Central Park neoyorquino, experiencia que asumo en algo le habrá servido como inspiración para las composiciones de Not Even Happiness (Ba Da Bing! Records, 2017), su largo debut propiamente dicho. 

El discreto encanto de Not Even Happiness no reside precisamente en su elemento sorpresa: después de todo, el folk indie del tipo que practica Byrne no es algo que resulte novedoso a estas alturas (su voz recuerda a la Cat Power de sus primeros discos), es más bien la delicada introspección de sus canciones y los etéreos toques con los que están revistas lo que las convierte en un dulce manjar para oídos pacientes. Lo que encontramos aquí es a Julie -por lo demás, mujer de exótica belleza- en el formato básico de singer-songwriter: guitarra acústica y un deadpan vocal que le otorga uniformidad y carácter definido al registro (lo que para algunos podría dar sensación de monotonía) y algunos sutiles aditamentos cercanos al ambient y al new age. Mencionar algún momento en particular podría resultar un tanto ocioso cuando estamos en frente de un álbum conciso (32 minutos) y consistente en su austeridad sonora y que por ello se presta bien para continuos replays, pero el cautivante fingerpicking de "Sleepwalker", "Morning Dove" y "All the Land Glimmered" me parecieron desde un inicio de lo más atrayente, así como temas de impronta más dreamy como "Natural Blue", "Sea as It Glides" y "I Live Now as a Singer", que cierra el disco y cuya brumosa capa de sintetizadores la acercan a parajes explorados recientemente por Julia Holter, dando una idea de hacia donde podrían dirigirse sus próximas pesquisas. Not Even Happiness es pues una entrega de crepuscular atractivo, ideal para escuchar al final del día y resulta apta para quienes -como yo, en estas últimas semanas- requieran un bálsamo para el citadino y rutinario ajetreo.

"I crossed the country and I carried no key
Couldn't I look up at the stars from anywhere?
And sometimes I did, I felt ancient
But still I sought peace and it never came to me"
(de "Sleepwalker")

LesterStone

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